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martes, 4 de enero de 2011

2000 - Un catorceañero adulto en una final....

Siendo Septiembre de 1999, comenzando 4º de la ESO en el colegio de la hispanidad y teniendo mis miras en carnavales puestas en seguir otro añito más en la Peña de Los Peques, jamás pude imaginarme la que iba a caerme en los carnavales de aquel memorabilísimo año.

Como dije, ese año, simplemente iba a salir en la comparsa de Los Peques, otro añito más. Antonio "el gitano" nos mostró en Septiembre que la idea para el próximo carnaval era la de ir de bailadores de tango argentino y que nos llamaríamos "Paso a paso". El disfraz no iba a ser muy complicado puesto que bastaba con unas prendas con elegancia que cumpliesen la función de vestir a unos bailadores de la música rioplatense. Sin embargo, la idea sí requería de una puesta escena muy particular que implicaba que las integrantes de la comparsa, que no fueran instrumentos, aprendiesen a bailar tangos. La AAVV se encargó de traernos una profesora de baile que dedicaba una hora a la semana, de los ensayos, a ensayar a bailar tango a cada una delas respectivas voces de la comparsa.

Sin embargo, llegó el momento. Era impredecible e inesperado. Todo comenzó una tarde de Octubre, en la que estabamos en mi casa, yo y mi hermano Raúl. Mi hermano Raúl iba a salir en la chirigota de la peña La Cabra Ajorká. Una chirigota de adultos que participaba en el concurso del Carnaval Colombino y que en los últimos años había estado en las semifinales del concurso onubense.
Aquella tarde, yo me encontraba haciendo la tarea del colegio, mi hermano Raúl estaba con la guitarra practicando los acordes de su chirigota. Me pidió que sacara la mia y que le ayudara a buscar algunos acordes.
Sin embargo, inevitablemente, esa búsqueda de acordes dio lugar a tocar de forma improvisada y expontánea, algunos punteos que surgieron en el momento.
Mi hermano Raúl me miró y me dijo: ¿Te vienes esta noche al ensayo?
En ese momento me quedé sin palabra y le contesté afirmativamente.
Yo pensaba que mi asistencia al ensayo era simplemente para ver la chirigota de mi hermano, cosa que hice puesto que vi su ensayo completo. Sin embargo, delante de toda la chirigota, al terminar el ensayo, mi hermano Raúl me cedió la guitarra de Jesús, el de la cabra y me dijo: "como lo hicimos esta tarde, vamos a tocar el pasodoble".
En ese momento, ni los nervios pudieron con la sed de expontaneidad y de expresión de primitivas sensaciones musicales carnavaleras que estaba deseando de exteriorizar.
Cuando terminamos de tocar el pasodoble, Jesús le dijo a mi hermano: "Traételo para la chirigota, ya!".
La vuelta de ese ensayo hasta mi casa (que se encontraba en la AAVV de La Hispanidad, además) consistió en una innecesaria convicción de mi hermano hacia mi para que entrase en la chriigota. Innecesaria, porque desde que toqué el pasodoble esa tarde en mi casa, estaba deseando entrar.

Iba a realizar un doblete, pero en este caso de mi comparsa infantil y de una chirigota de adultos. En el momento de la decisión, siquiera había cumplido los 13 años, pero era una decisión que sabía que me iba a marcar de por vida.

Me acuerdo que "Paso a Paso" actuó el mismo día que "Te lo Juro" (nombre de la chirigota), sin embargo actuó el mismo día, por la mañana y en la sesiónd e noche, respectivamente, porque con la comparsa de Los Peques actué en la muestra infantil de por la mañana y esa misma noche actué con "Te lo Juro" en la sesión de preeliminares del Concurso del Carnaval Colombino.

En los ensayos de "Te lo Juro" empezaba a respirar nuevas experiencias: un trabajo más elaborado, el disfraz, un grupo de gente mayor que yo con la que compartía noche tras noche, risas, lágrimas, sudor, esfuerzo y ensayos generales en los que tenía el centro de las miras por mi corta edad.
Me acuerdo de un ensayo general que hicimos con la chirigota "Proyecto X" donde salía un vecino de mi calle donde veraneaba en Punta Umbría, Diego Sousa. Aparte de desconocidos en aquel entonces, para mi, como Nacho Tinoco y mi actual compañero de comparsa, Auri de la Villa.
El ensayo general que hicimos en la antigua salamanquesa de Punta Umbria, fue también digno de recordar, puesto que se trataban de experiencias nuevas, cantar por la noche, cantar frente a un público que pretendía reirse contigo, con tu grupo de gente adulta. Era un universo aparte.

Cuando cantamos en preeliminares, no tenía palabras, igual que en semifinales. Eran momentos imposibles de olvidar para aquel niño de cuatorce años recien cumplidos en el pasado Diciembre.

Pero el momento más mágico lo viví cuando dieron el fallo del jurado para la final. No esperaba que pasásemos. Además, nos había penalizado por haber cantado un pasodoble a la comparsa de los primos utilizando el principio de la música de pasodoble de El Orfanato (regla absurda para esa clase de circunstancias).

Sin embargo, lo oí. Lo sentí. Lo probé. Lo respiré. Esa sensación que entra por el cuerpo cuando dicen tu nombre, el nombre de tu grupo, de tus ensayos, de tus noches de sufrimiento y esfuerzo. Comencé a dar saltos de alegría, sólo en aquel palco. Bajaba las escaleras con la mejor cara de felicidad que podía haber tenido nunca con aquella edad y salí del teatro para encontrarme con mi hermano Raúl, con Juanma, con Jesús y con Pedro. Rompí a llorar. Es la única vez que he llorado en carnavales. Fue precioso ver a un niño de 14 años llorando desconsoladamente por una alegría. Sin palabras.

La final de aquel año fue subirse a un escenario para disfrutar sin importar lo que nos diesen, cosa que así fue. En aquel momento, era la gloria el simple hecho de estar en aquella final. Se sabe siempre que la ambición y la humildad son dos gigantes en lucha constante y aquel año la humildad sin ambiciones, ganaba por goleada en aquella noche en la que por el simple hecho de estar en una final, me sentía premiado. Aunque actualmente sigo dando saltos de alegría por pasar a una final, ya no es lo mismo que aquella, que fue la primera de todas. Uno de los mejores momentos carnavaleros de mi vida ( si no el mejor).

Aquel carnaval era ir por diferentes concursos y disfrutar hicieramos lo que hicieramos. Fue un carnaval inolvidable y me adentró de lleno en un carnaval de adultos de forma prematura. Esto tenía sus pros y sus contras, pero hasta el momento estaban dándose las mejores caras de aquella situación.

Lo dicho, un catorceañero adulto o un adulto catorceañero que se había metido en la boca del lobo para siempre.

¡Bendita boca del lobo !

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